Cartografía urbana de Andalucía: Huelva 1847

Publicado el 28.diciembre.2022 por IECA y archivado en Cartografía
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Es, probablemente, el primer documento gráfico que muestra el conjunto urbano consolidado de lo que fue Onuba Aestuaria para los romanos, cuando los ríos Urium (Tinto) y Luxia (Odiel) confluían frente al asentamiento. La fundación de Huelva se produjo sobre una cornisa continua de escarpados y frágiles promontorios, denominados cabezos, que alcanzan los 70 metros de altura, en los que se asentaron los pobladores a resguardo de las aguas.

Aunque no aparece aquí la gran extensión de marismas que se han ido formando por los continuos aportes de los ríos, el ámbito principal que ocupa la villa está sobre marismas transformadas, tanto al oeste como al sur donde se construyó un primitivo muelle para pescadores, precursor de la gran expansión que tendrá el puerto de Huelva en las siguientes décadas.

De imprecisa representación y precario en contenidos, es suficiente para entender la implantación y la morfología de un enclave que cuenta con 7.200 vecinos y es capital de provincia desde 1833.

Dibujado con esmero, destacan su caligrafía y las tonalidades empleadas tanto para el núcleo, con el perfilado volumétrico de las manzanas, como para su entorno rural. La escueta selección de edificios y la correcta volumetría de los cabezos dan realce a un plano sencillo y bien compuesto que se completa con la escala gráfica y el cajetín de firmas.

Croquis de la Villa de Huelva

Croquis de la Villa de Huelva,
Capital de la Provincia de su nombre
Manuel de Zayas y Rivero, copia de José de Zayas. Sevilla, 1847.
Manuscrito coloreado, 27,4 x 44,5 cm. Escala [ca. 1:4.567].
España. Ministerio de Defensa. Instituto de Historia y Cultura Militar.
Archivo General Militar de Madrid, H-1/10.
https://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/prodCartografia/cartoteca/galeria/huelva1847.htm.htm

Produce, sin embargo, cierta confusión la flecha de orientación que señala un Norte desplazado al este más de diez grados y, sobre todo, la uniformidad de la lámina de agua que bordea el núcleo, ya que parecen tener la misma entidad el río Odiel al oeste que el estero marismeño de las Metas al sur.

La villa forma una especie de rectángulo con calles que siguen aproximadamente las orientaciones principales, aunque lo que destaca es una calle diagonal que se inicia en el muelle, al suroeste y, tras recorrer vaguadas y sortear cabezos, llega al nordeste cerca de la “Hermita de San Sebastián” que siempre ha sido el mejor camino para llegar a Sevilla.

En ese eje diagonal, conocido como calle Puerto, que resultará el de mayor tráfico, se localizan dos sectores de equipamientos principales: uno central, que enlaza con la calle comercial que se inicia en la parroquia de la Concepción y acaba en la plaza de las Monjas, y otro más arriba, en la plaza de San Pedro, antes de acceder a la calle San Sebastián. Una tercera plaza es la de la Merced, que cierra la villa por el norte y que contiene la iglesia correspondiente, catedral un siglo después; con grafiado distinto, un cuartel que antes fue hospicio, más adelante hospital y, a finales del siglo XX, sede de la Universidad de Huelva.

Prefiere el autor designar plazas antes que calles y señalar recursos básicos para aquellos tiempos, tales como pozos de agua potable, salinas para la actividad pesquera, molinos harineros y alguno de viento situado en el cabezo más central, mientras que en otro colindante aparece el cementerio, sobre los restos del castillo de los Guzmanes, señores de estos territorios entre los siglos XV y XIX.

Además de varias ermitas y alguna capilla, este singular croquis resalta las “Pilastras de Cruzes” en lugares significativos: bifurcación de la calle Puerto conocida como La Placeta; confluencia de tres cabezos cercanos en San Pedro y salida de la población hacia el norte. En cambio, no se muestran escuelas ni teatros, ni tampoco los restos del castillo o del acueducto que abastecía de agua a la población y que era considerado el monumento más significativo de la villa a finales del siglo XVIII, “…de arquitectura tosca, prolija, firme y muy costosa…”.

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