Las canteras de Morón de la Frontera (Sevilla): de la actividad tradicional de los caleros a su procesado industrial

Publicado el 30.junio.2016 por IECA y archivado en Cartografía
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Situada al suroeste de la ciudad de Morón, la Sierra de Esparteros o de Montegil constituye un hito paisajístico visible desde buena parte de la provincia al destacarse sobre las llanuras de la campiña sevillana. Está formada, principalmente, por terrenos margo-calizos, arenosos y arcillosos con afloramientos de roca caliza del período Jurásico. La base de la sierra se sitúa cerca de la cota 200m, en las proximidades del cauce del río Guadaira, y la cuerda se eleva por encima de los 400m, alcanzando su cota máxima de 585m, denominada como la Sierra, cerca de su borde oriental.

Aparte de su interés paisajístico, geomorfológicamente constituye un espacio de interés por la pureza de sus calizas y ambientalmente es un refugio para la flora y la fauna de la comarca, ya que ésta es un espacio geográfico muy condicionado por la intensa explotación agrícola. Contrasta por lo tanto por unos valores medioambientales reconocidos al ser considerado como Complejo Serrano (una tipología de espacio protegido) dentro del Plan Especial de Protección del Medio Físico de la Provincia de Sevilla.

La producción de cal ha marcado la historia de este territorio, pues la explotación de la roca caliza explica la aparición de numerosos hornos y un asentamiento de población que hunde sus raíces en la tradición romana e islámica, y que ha tenido continuidad a lo largo de la historia, ya que la producción está documentada desde el siglo XV. En el siglo XIX se convierte en un importante negocio con la llegada del ferrocarril a Morón, que permitió su consolidación como el principal suministrador de cal para la Baja Andalucía: la apertura de la línea ferroviaria Utrera-Morón en 1864, que conectaba con el tramo Sevilla-Cádiz, permitió abaratar los precios del transporte de la cal de Morón. Supuso un sustancioso aumento de la producción, también propiciada por las desamortizaciones de Madoz, que hicieron que la Sierra de Esparteros pasara a manos privadas.

La actividad entró en crisis en la segunda mitad del siglo XX tanto por la aparición y extensión de nuevos materiales en la construcción, que redujeron el uso de la cal como aglomerante a su mínima expresión, así como con la popularización de las pinturas industriales que provocó también la disminución del uso de la cal para el enjalbegado, lo que ocasionó que la mayoría de los viejos hornos fuesen abandonados. Sin embargo, en este mismo periodo se abren nuevas canteras en la Sierra con sistemas de explotación industriales destinadas a la producción de áridos, y de cal, usada en la industria química, siderurgia, etc. Los procesos de extracción de la piedra de estas nuevas canteras provocan que las dimensiones de las nuevas explotaciones sean de enorme magnitud y, consecuentemente, su impacto ambiental y paisajístico sea notable, hasta el punto de provocar una importante preocupación social.

Hoy día el reconocimiento del interés etnográfico de la actividad de los últimos caleros, junto con la valorización del uso de de la cal producida por métodos tradicionales en la construcción sostenible permite, al menos, asegurar que la actividad tiene garantizada su futuro.

Los caleros, una actividad que hunde sus raíces en la historia

La cal ha sido utilizada desde tiempos inmemoriales como material aglomerante en la construcción de edificios y obras públicas, ya que mezclada con agua y arena se obtenía el mortero o argamasa que se utilizaba por su gran resistencia. Lo que conocemos de los restos de la civilización romana y musulmana y el patrimonio edilicio histórico ha sido elaborado con morteros de cal. La aparición del cemento en el siglo XIX y su auge en el siglo XX provocó la sustitución paulatina de la cal a lo largo del siglo por una razón: el proceso de endurecimiento es más rápido y, en consecuencia, permite agilizar y abaratar los procesos constructivos.

Su aprovechamiento en Morón estaba justificado desde tiempos remotos por la riqueza de su materia prima y se ha basado en la utilización de hornos tradicionales que han recogido el testigo de los hornos romanos e islámicos, utilizando la leña de olivo como combustible por su alto contenido calórico. Los caleros de Morón realizaban una actividad muy especializada, cuyo proceso comprendía desde barrenar las rocas y transportar las piedras hasta el horno tradicional, construir con las piedras grandes en círculos las armaderas, llenando la parte trasera con los llamados matacanes o piedras pequeñas, rellenando con leña de olivo el centro del horno hasta llegar a la altura de los huecos en el cono final para facilitar la expulsión de los gases y, por último, introducir la leña y encender el horno para seguir manteniendo el fuego durante al menos dos semanas y proceder al apagado. Al final del proceso de calcificación, se extraía casi dos terceras partes de óxido cálcico debido a la deshidratación del carbonato cálcico.

Por razones logísticas, los hornos de cal debían estar lo más cerca posible de la cantera, y en las proximidades de una vía de comunicación, lo que facilitó su concentración en las proximidades de la carretera de Morón a Montellano, y en la cañada real de Jerez, concentración visible en la primera edición del Mapa Topografico Nacional y que daría lugar a la creación de un asentamiento, la aldea de Caleras de la Sierra, aldea que en el Nomenclátor de 1950 alcanzó 1.924 habitantes (entonces se denominaba Montegil).

Mapa Topográfico Nacional, primera edición. Morón de la Frontera. Hoja 1021. Formado y publicado por la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico. Año de 1917

Mapa Topográfico Nacional, primera edición. Morón de la Frontera. Hoja 1021. Formado y publicado por la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico. Año de 1917. Escala 1:50.000
http://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/cartoteca/buscar/getisbn/query//autor//titulo//lugargeo/sierra+de+esparteros/materias//fechadesde//fechahasta//buscar/Buscar/id/984

En la fotografía del vuelo americano de la serie B, de 1956-57, se observa claramente la cuerda de la Sierra de Esparteros al sur, y en su ladera norte, debajo del Cerro del Puntal, la cantera histórica explotada durante siglos, con cuatro cortas longitudinales en sentido este-oeste. Un poco más al norte se encuentra la aldea. El poblado no presenta una estructura urbana cohesionada, sino una distribución lineal, continua e irregular. Presenta dos núcleos de crecimiento, donde se concentran la mayoría de cerca de treinta hornos, así como sus construcciones anexas destinadas a almacenaje y apagado de la cal, casas-albergue-cuadra-almacén o casillas y otras construcciones como una venta, el colegio y el cuartel de carabineros.

En la imagen hacia el este, y justo donde la carretera a Morón inicia una curva, muy cerca de la ermita de Gracia, se observa un importante movimiento de tierras y el trazado de una pista que serpentea por la Sierra. Tales obras están relacionadas con la construcción de la base aérea de Morón. En 1953 se habían firmado los acuerdos de amistad hispano-norteamericanos y consecuencia de ello fue la construcción de una base aérea sobre una instalación preexistente, la Escuela de Caza del Ejercito del Aire (1940). La base jugó en aquellos años un importante papel en la estrategia militar de defensa de Occidente frente a la amenaza soviética. Por sus dimensiones, al contar con una de las pistas militares más largas de Europa y la mayor rampa de aparcamiento de aeronaves del continente, obligó en su proceso constructivo a suministrarle una cantidad ingente de hormigón y otros materiales que en buena parte fueron aportados desde la nueva cantera abierta en la Sierra de Esparteros, observándose en la imagen el movimiento de tierras en las proximidades de la ermita de Gracia y una pista abierta nueva que serpentea por la sierra hasta la corta, que no está visible en este imagen al encontrarse un poco más al este.

Vuelo Americano de la Serie B, 1956-57

Vuelo Americano de la Serie B, 1956-57

Otro dato de interés que suministra esta imagen es el monocultivo del olivar, omnipresente salvo en los terrenos más accidentados de la Sierra, y en la estrecha vega del rio Guadaira, cultivo cuyos restos de la poda suministraba el combustible necesario para la calcinación del mineral en los hornos.

Las nuevas actividades extractivas y el declinar de las actividades tradicionales

En el último cuarto del siglo XX se produce el lento decaimiento de las actividades tradicionales, periodo en el que han coexistido dos tipos de producción de cal: la tradicional o discontinua y la continua o totalmente mecanizada. Una parte de los hornos de estas caleras de Morón conservaron el modo de producción tradicional o discontinua, consistente en que en cada ciclo de producción de cal se repite el proceso de llenado con piedras caliza, cocción, apagado del horno, enfriamiento y extracción de la cal viva producida; pero en este cuarto de siglo se ha ido abandonando paulatinamente este oficio tradicional debido a su poca rentabilidad, la dureza de las condiciones del trabajo y la competencia de las nuevas instalaciones industriales que se localizan a pie de la cantera o en Guadaira, una nueva entidad de población que surge ahora al este de la ermita de Gracia. La producción continua no requiere ni el arduo esfuerzo físico, ni la manipulación directa del material a elevadas temperaturas que durante siglos ha sido consustancial a este oficio.

Este declive contrasta con la ampliación de las canteras industriales, dedicadas a la producción de cal utilizada para procesos como la fundición, las plantas térmicas, la industria química, así como para la fabricación de cemento y el aprovechamiento de las zahorras. En las imágenes de las ortofotografias de 1977 y 1984 se observan numerosos cambios provocados por la ampliación de las canteras, pues desde 1982 la administración había aprobado la concesión para explotar cuatro cuadrículas mineras en este espacio de la Sierra de Esparteros. En este periodo se crea la empresa Sierra de Morón S.A., que explota la nueva cantera que se abre en el centro de la fotografía, cerca de la corta abierta para la construcción de la base, cuya actividad fue abandonada. Son llamativas las dimensiones que alcanza la nueva cantera en muy poco tiempo, si se compara con el volumen de la cantera histórica, con una envergadura menor pese a su explotación a lo largo de los siglos. En 1996, la superficie de la explotación fue ampliada a nueve cuadrículas mineras y afectaba a 20 hectáreas, lo que provocó una fuerte contestación social entre entidades conservacionistas y ciudadanas.

Otras circunstancias que se observan en la imagen son: el gran retroceso del olivar, que vivió una crisis muy aguda por el aumento de los precios de la mano de obra, crisis que afectó a las grandes y medianas explotaciones que no eran competitivas; también se manifiesta la instalación de actividades de ocio que se aprovechan de los valores de este espacio serrano, como el circuito de motocross Guadaira, y la urbanización conocida también con este nombre, en las proximidades de la ermita de Gracia. Por el contrario la aldea de Caleras de la Sierra une su suerte al declive de los hornos y pasa de los 910 habitantes en 1970 a los 102 en 1991, tocando suelo demográfico en 1996 con 87 habitantes, si bien se observa la sustitución de parte del viejo caserío por nuevas edificaciones que ya poco tienen que ver con estas actividades caleras, y ahora están vinculadas a las actividades agrarias, o a segundas residencias.

Vuelo Interministerial, junio de 1977

Vuelo Interministerial, junio de 1977

Vuelo del Instituto Geográfico Nacional, 1984

Vuelo del Instituto Geográfico Nacional, 1984

Del incierto futuro, al reconocimiento y la recuperación de la actividad calera

En las imágenes sucesivas de los años 2001 y 2010 se observa como aumenta la envergadura de la cantera explotada por SIDEMOSA hasta casi llegar a la cuerda de la Sierra. La explotación ha concitado una creciente oposición por grupos ecologistas y plataformas ciudadanas y se han sucedido las manifestaciones, los actos de protesta y las denuncias, y un proceso judicial contra la empresa explotadora por la insuficiente ejecución del exigido plan de restauración, interviniendo el Defensor del Pueblo Andaluz.

La explotación de esta cantera ha estado paralizada desde el 2012 al 2014, porque ese año terminó el primer plazo de 30 años de la concesión minera y su apertura requería una nueva licencia de explotación. La nueva licencia otorgada incide en la restauración, y autoriza la prórroga de 30 años solicitada por la compañía para continuar explotando el yacimiento. La prórroga cuenta con una declaración de impacto ambiental que declara “viable” la continuidad de las labores de extracción estipulando una serie de condiciones en materia de preservación del medio ambiente y medidas correctoras, condicionantes ambientales que tienen la consideración de cláusulas resolutorias y que, en caso de incumplimiento, llevan aparejada la caducidad del derecho minero. La actividad se centra ahora en finalizar la explotación sobre los bancos actuales y avanzar la extracción del recurso en profundidad, 40 metros por debajo de la actual cota de cantera, y esgrime la obligatoriedad de acometer labores de restauración de manera simultánea a las labores de extracción. A la sombra de esta gran explotación minera se han instalado en sus proximidades algunas empresas que transforman el mineral, destacando Andaluza de la Cal S.A.

Ortofotografía de la Junta de Andalucía, 2001

Ortofotografía de la Junta de Andalucía, 2001

La singularidad de la actividad calera tradicional ha sorteado en los últimos años la amenaza de su desaparición gracias al empeño de un colectivo de personas, el buen hacer de algunas empresas que han innovado a partir del uso de un producto único y a la acción pública. Desde el año 2008 la aldea está inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de lugar de interés etnológico, protegiéndose 25 de esos hornos y seis casillas tradicionales datadas de mediados del siglo XIX, vinculadas a la actividad, y junto a esta declaración se ha promocionado la denominada “Ruta de la Cal”.

La activa Asociación Cultural Hornos de la Cal de Morón ha abierto el Museo de la Cal, un centro de interpretación en el que se da a conocer el proceso de elaboración de la cal y su influencia en la cultura andaluza, y donde se realizan acciones de concienciación, formación y recuperación de la antigua actividad de los caleros.

En el 2011 el Comité de Patrimonio Inmaterial de la UNESCO dio un espaldarazo a esta Asociación considerando como Ejemplo de Buenas Prácticas del Patrimonio Cultural Inmaterial a esta iniciativa de revitalización del saber tradicional de la elaboración de la cal artesanal de Morón de la Frontera, en cuanto que vela por la salvaguarda, el mantenimiento y transmisión de este patrimonio inmaterial.

Por último, en el 2016 el Consejo de Gobierno ha tomado en consideración la propuesta del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico de aprobación del Registro de Paisajes de Interés Cultural de Andalucía, entre los que se han incluido los paisajes vinculados con los hornos de Morón por sus valores “que transmiten un binomio indisociable como actividad tradicional y paisaje por la proximidad de áreas de extracción, explotada desde antiguo, junto con la ubicación en proximidad de todas las áreas de actividad: las áreas de extracción, calcinación, almacenamiento y distribución”.

Rutas culturales: ruta de la cal de la localidad sevillana de Morón de la Frontera

Rutas culturales: ruta de la cal de la localidad sevillana de Morón de la Frontera. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico
http://www.iaph.es/web/canales/conoce-el-patrimonio/rutas-culturales/contenido/Rutas_propias/04_02_Cal_MorondelaFra

Lejos de ser un producto anticuado y rudimentario, en muy poco tiempo se han puesto en evidencia las ventajas de la cal para la construcción especialmente la elaborada por medios artesanales. De hecho, el uso de la cal es de rabiosa actualidad en restauración y en la edificación sostenible, por sus notables cualidades frente al uso de aglomerantes y pinturas sintéticas industriales. Las ventajas de la cal prieta frente a los cementos son su idoneidad para la restauración, ya que es compatible con todo tipo de materiales, no es agresiva y además, no induce la aparición de sales. Al mismo tiempo admite las dilataciones provocadas por los cambios de temperatura lo que la convierte en el aglomerante indicado para las cubiertas y otros paramentos cerámicos.

Respecto al uso de la cal blanca utilizada para enjalbegado, últimamente su uso se recupera en actividades muy especializadas, como la restauración y conservación del patrimonio, que usan las pinturas al silicato con base de cal, y sobre todo en la construcción sostenible, donde son especialmente apreciadas por su procedencia natural.

Plan Nacional de Ortofotografía Aérea, 2010

Plan Nacional de Ortofotografía Aérea, 2010

En la ortofotografía de 2010 contrasta la amplitud de la cantera de SIMOSA, frente al pequeño tamaño de las canteras tradicionales, con cuatro secciones de extracción situadas linealmente, con orientación este-oeste. La aldea de Calera de la Sierra empieza a recuperar población (111 habitantes en el 2015), si bien de forma muy limitada, acusándose el proceso de rururbanización del asentamiento y de pérdida de las tipologías tradicionales.

Mapa de la Serranía Suroeste de Sevilla, escala 1.50.000, 2009

Mapa de la Serranía Suroeste de Sevilla, escala 1.50.000, 2009. Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía.
http://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/lineav2/web/

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