La construcción del embalse del Tranco en la Sierra de Segura (Jaén) y la evolución del espacio forestal: de aprovechamiento maderero a coto nacional de caza y a espacio natural protegido

Publicado el 1.julio.2014 por IECA y archivado en Cartografía

La comarca de la Sierra de Segura es un ejemplo de territorio dotado de abundantes recursos naturales cuya explotación pública o privada, desde el siglo XVIII, ha favorecido a intereses externos, que incidieron en su empobrecimiento y desertificación. Por la riqueza forestal de sus montes fue objeto de una particular atención y control por parte del Estado: declarada por la monarquía Ilustrada en 1748 como “Provincia Marítima” a efectos de sus aprovechamientos madereros, por constituir una materia prima estratégica para los astilleros de la Armada, además de servir para la construcción de obras y edificios públicos, y ya en el siglo XIX para las traviesas del ferrocarril. Este interés permitió que los montes públicos y la impronta forestal mantuvieran su trascendencia hasta el siglo XX.

A principios de ese siglo, este territorio sufrirá una alteración de mayor calado para satisfacer intereses exógenos: la construcción, entre 1929 y 1944, del embalse del Tranco. Este, ocupando una lámina de agua de 1.800 Ha, se extiende por los términos municipales de Hornos y Santiago-Pontones. Este embalse tiene una cuenca vertiente de solo 550 Km2 drenada por los ríos Guadalquivir y Hornos, la cual se caracteriza por su alta pluviosidad. Con una capacidad de 498 Hm3 ha figurado hasta 1969 como el de mayores dimensiones de Andalucía, y, en el momento de su entrada en servicio, era la tercera presa en Europa por capacidad de embalse.

Fue una obra de gran complejidad debido a las características técnicas y dimensiones del proyecto, a la situación de extremo aislamiento en el que se encontraba la obra, a la cantidad de expedientes de expropiación que hubo que resolver, con el consiguiente desalojo de miles de personas, y a la búsqueda de soluciones que hubo que dar al problema de la interrupción de las conducciones fluviales de madera, una actividad profundamente arraigada y estratégica para la reconstrucción de la red ferroviaria española tras la posguerra.

El embalse ha sido, y es hoy todavía, una obra fundamental en la regulación hidráulica de la Cuenca del Guadalquivir, y fue la infraestructura clave que facilitó la transformación en regadío de miles de hectáreas en el Bajo Guadalquivir. Por el contrario, las implicaciones territoriales de la obra, estudiadas por Eduardo Aranque (2012), son particularmente negativas para la comarca. Los beneficios de la obra fueron coyunturales. La energía eléctrica generada junto con los recursos hídricos, paradójicamente, también se ha trasladado muy lejos de la comarca que los producían. Por otra parte las mejores tierras de las vegas agrícolas de la comarca fueron sepultadas por las aguas embalsadas, generando un problema social que se acentuó con la expulsión de miles de pequeños agricultores que ocupaban, bien bajo la figura de concesiones o de forma alegal, terrenos agrícolas en los montes públicos, y que fueron expulsados por las repoblaciones forestales de la cuenca que se desarrollaron desde la década de los 40 del pasado siglo. La intensidad de la acción repobladora no se detuvo en la propia cuenca de alimentación del embalse: la creación del Coto Nacional de Caza en 1960, alimentó aun más la expulsión del poblamiento serrano que era incompatible con las actividades cinegéticas, el cual retrocedió demográficamente a cifras del siglo XIX.

A fines del siglo XX la situación empeoró con la quiebra o retroceso de los sectores tradicionales, como el maderero o el ganadero, y sin embargo empieza a revertir por el reconocimiento de las cualidades ambientales y paisajistas del espacio forestal y del embalse, y por su capacidad de acogida de actividades de turismo y ocio. En este sentido la declaración de las Sierras de Segura y Cazorla como Reserva de la Biosfera de la UNESCO (1983), y como Parque Natural (1986), el mayor de España y el segundo de Europa por su extensión (214.000 Ha), han supuesto reconocimientos que han contribuido de forma decisiva al impulso de estas actividades.

1956: La pervivencia del modelo agropecuario forestal de subsistencia

La imagen del Vuelo Americano de 1956 encuadra el sector sur del embalse, que había cerrado sus compuertas por primera vez en 1944, año meteorológicamente seco, en el que se observa el lecho vacío del pantano surcado por el río Guadalquivir con dos brazos que rodean a la Isla de la Cabeza de la Viña, y a la pequeña isla donde se encuentra el castillo de Bujaraiza. La mayoría de estas tierras constituye un exclave del municipio de Hornos insertado en el término de Santiago-Pontones. En el vaso seco del embalse ya no se aprecian las huellas de las vegas preexistentes, ni de la aldea de Bujaraiza, que tenía 300 habitantes en 1940. Este asentamieto estaba situado justo en la cola inundada que se observa en la esquina superior izquierda de la imagen y sus habitantes, que resistieron hasta 1950 a ser desalojados, fueron finalmente reubicados en el lejano poblado de colonización de El Calonge (Palma del Río).

El espacio forestal muestra unos montes donde todavía están visibles algunos de los usos preexistentes a la construcción del embalse: pinares maduros junto con repoblaciones recientes efectuadas por el Patrimonio Forestal del Estado sobre montes públicos o sobre las miles de hectáreas adquiridas. La comarca fue declarada en 1941 como de Interés Forestal Nacional, teniendo prioridad las obras de repoblación y de corrección hidrológica de la cuenca de alimentación del embalse, para alargar su vida útil y evitar su entarquinado. Están muy presentes, especialmente en el sureste de la imagen, terrenos agrícolas ocupados por roturados “arbitrarios” (alegales) o autorizados (con concesiones), llevados a cabo por los numerosos agricultores que vivían en pequeñas aldeas, como las cercanas de Las Canalejas y Los Centenares, o en pequeñas cortijadas, hoy desaparecidos en su inmensa mayoría.

Las huellas de las infraestructuras, son muy escasas, pues no existían carreteras, y solo se identifican caminos rurales, como los que en sentido norte-sur unían a Cazorla con Hornos y a Las Canalejas con el Tranco, lo que da idea del carácter aislado de la comarca, pues solo la presa se vio beneficiada por la construcción de una carretera que la unía con Villanueva del Arzobispo.

tranco1

1977: El aprovechamiento maderero del bosque y la creación del Coto Nacional

La imagen del Vuelo Interministerial muestra una notable extensión de los usos forestales, y un retroceso de los agrícolas que perviven sin embargo en las proximidades del Cortijo de la Haza del Espartal y de la aldea de Las Canalejas (cuadrante sureste de la imagen), incluso con plantaciones de algunos olivares. Los roturadores fueron siendo expulsados con el transcurso de los años, generando un conflicto social, que se trató de paliar con su ubicación en lejanos poblados por el Instituto Nacional de Colonización. La falta de mano de obra era un riesgo porque suponía también un serio problema para garantizar los trabajos de salvaguarda del monte, por lo que en 1968 se crea un nuevo núcleo de población en la cola del embalse, Coto Ríos, que se ocupó con los últimos roturadores, ahora reconvertidos en la guardería del Coto Nacional de Caza, o en la mano de obra necesaria para las labores forestales y de prevención de incendios. En la imagen de 1977 se observa con nitidez la aparición de numerosos cortafuegos, vías de saca, y la reconversión de antiguos cortijos como casas forestales. En las proximidades del castillo de Bujaraiza se aprecia una notable calva en la isla de la Cabeza de la Viña, quizás resultado de una saca o un incendio forestal. Todo ello muestra un territorio orientado casi exclusivamente a la explotación forestal y cinegética.

tranco2

2007-2011: Un espacio con valores naturales y paisajísticos reconocidos

Se ilustra este apartado con dos ortofotografías de la Junta de Andalucía que muestran dos situaciones opuestas: el embalse tras años secos y éste tras años húmedos. En la segunda de las ortofotos se aprecia una situación excepcional, cercana al 100 por 100 de su capacidad, inundando espacios que tras muchos años habían sido ocupados por arbolado, como se observa en las proximidades de la Isla de Bujaraiza. La lógica del aprovechamiento forestal y cinegético imperante en las décadas anteriores es sustituida por otra proteccionista de sus valores ambientales. El avance de los usos forestales es notable, y prácticamente deja a los agrícolas como absolutamente testimoniales, quedando una mancha de uso agropecuario en el paraje de La Tobilla, al sureste de la imagen. También se observa en la orto del 2007, en el extremo noroeste, la huella del tremendo incendio forestal de 2005 que afectó a 5.000 ha de la orilla occidental del embalse.

La belleza del sector del castillo de Bujaraiza, y la proximidad a la carretera A-319 que atraviesa en sentido Norte-Sur el Parque Natural, han contribuido a la implantación de numerosas instalaciones turísticas y recreativas en este sector: hostales, casas rurales, cuya huella es evidente en la cercana población de Arroyo Frio (La Iruela), y en la Torre del Vinagre. En concreto en la ortofoto de 2011, en la península situada enfrente del Castillo de Bujaraiza hay numerosas instalaciones de uso público del Parque: los miradores del Castillo, Rodríguez de la Fuente y de las Ánimas, así como el parque de fauna silvestre Collado del Almendral, y en las proximidades del Cortijo de las Ánimas, en la parte mas meridional del pantano, el mirador Cabeza de las Viñas.

tranco3

2007: el embalse con un nivel muy bajo, tras años de sequía

tranco4

2011: el embalse prácticamente lleno tras un ciclo de años húmedos

One Response to “La construcción del embalse del Tranco en la Sierra de Segura (Jaén) y la evolución del espacio forestal: de aprovechamiento maderero a coto nacional de caza y a espacio natural protegido”

  1. Mi abuelo Ramón Jorquera fue encargado en la costrucción de la presa.