La colonización del litoral de Doñana: Matalascañas y las repoblaciones del Abalario

La inaccesibilidad del litoral comprendido entre las desembocaduras del Tinto-Odiel y el Guadalquivir contribuyó de forma muy importante a la preservación de una de las áreas naturales más valiosas del continente europeo, como es el Parque Nacional de Doñana. Este espacio es uno de los territorios despoblados de mayor extensión de Andalucía, junto con algunas zonas de Sierra Morena (Hornachuelos), sin embargo la acción del hombre ha estado muy presente, ya que los recursos naturales han sido explotados de una manera equilibrada, lo que ha permitido su conservación.

Esta situación se vio amenazada en la mitad del siglo XX por distintas circunstancias, como las repoblaciones forestales con eucaliptos, la modificación de régimen hídrico y desecación de las marismas, el desarrollo de la agricultura intensiva o por las iniciativas de desarrollo turístico en el litoral.

Vamos a centrarnos en la evolución territorial del sector donde se localizó la operación urbanística más ambiciosa: Matalascañas, ubicada de forma contigua al Parque Nacional.

El sector de Torre de la Higuera en 1956: los aprovechamientos tradicionales

La ortofoto del Vuelo Americano muestra el carácter despoblado de este territorio. En el litoral, al que se accede por caminos arenosos rectilíneos que tenían también el uso de cortafuego, solo existen los restos de la torre atalaya de Torre de la Higuera, construida por orden de Felipe II junto con 11 más para defender la costa onubense de los riesgos de ataques de los piratas berberiscos. Dicha torre fue derribada por el terremoto de Lisboa en el siglo XVIII, y lo curioso es que en la imagen aparece en la orilla del mar, mientras que hoy sus restos se encuentran parcialmente sumergidos, muestra del retroceso de la playa provocado por la reducción del aporte natural de arena a las playas provocado por la construcción de presas en los grandes ríos, y -sobre todo- por la construcción del espigón que protege el acceso a la Ría de Huelva, espigón que retiene un volumen cuantioso de arena que debería sedimentarse en la Playa de Castilla, o sea el litoral comprendido entre la Ría y la desembocadura del Guadalquivir.

En la imagen se observa el estado de las grandes unidades ambientales: en el litoral las dunas inactivas y arenales asociados al acantilado fosil del Asperillo, entonces muy escasamente arboladas, y en la que se observan algunos asentamientos en precario, como Las Chozas del Pichilín situadas al oeste en las proximidades de Torre de la Higuera, ligados a actividades pesqueras y marisqueras tradicionales. Es importante destacar que antes de que se construyera la urbanización de Matalascañas, en sus proximidades se montaba todos los años una verdadera ciudad con centenares de chozas sobre la playa, a la que se desplazaban miles de veraneantes procedentes de las comarcas de El Condado y el Aljarafe, uso en precario y conflictivo que perduró hasta avanzado el último cuarto del siglo XX.

Otra gran unidad, que ocupa todo el espacio hasta el cortafuego que en dirección norte-sur se encuentra más al este, son las repoblaciones forestales de El Abalario normalmente con coníferas, que desde la década de los cuarenta del siglo XX realizó el Patrimonio Forestal del Estado, sobre los terrenos arenosos y económicamente improductivos de El Abalario. Para ello se construyeron caminos, cortafuegos y un conjunto de poblados desde los que se organizaban los trabajos. En la imagen, al norte, se encuentra uno de ellos: El Acebuche, muy próximo a una serie de lagunas como la del Huerto, Las Pajas y la que daba nombre al poblado. Muchas de ellas fueron alteradas por esas repoblaciones y décadas después serían recuperadas al ser declarado este espacio Parque Natural en 1989, y reconocerse sus valores ambientales.

La otra unidad es el Coto, al este de la imagen, es un espacio que hoy está incluido dentro del Parque y que se corresponde con una formación vegetal de “monte blanco” sobre arenas estabilizadas, ocupada por un matorral noble en el que predomina el jaguarzo que le confiere su color característico, con la presencia aislada de árboles como el acebuche o el alcornoque. Esta unidad, formaba parte del Coto de Doñana, entonces en manos de grandes propietarios, tenía un uso cinegético y ganadero.

Matalascañas 1956

1977. La declaración del Parque Nacional y la implantación en sus puertas de un molesto vecino: la urbanización de Matalascañas

El valor ambiental de este espacio, visitado por naturalistas y cazadores de todo el mundo desde el siglo XIX, fue reconocido primero con la creación de la Estación Biológica de Doñana en 1964, cuando se pudieron adquirir, con fondos internacionales, las fincas para constituir la Reserva Biológica y en 1969 con su declaración como Parque Nacional. Sin embargo en 1966 la empresa Playas del Coto de Doñana, S.A. presentó el Plan de Ordenación de la urbanización de Matalascañas, que fué declarada en 1968, Centro de Interés Turístico Nacional por el Ministerio de Información y Turismo, declaración que amparaba e impulsaba decididamente el proyecto, cuya ejecución se inicó en 1972. La crisis económica ligada a la subida del petróleo de 1973 y sus consecuencias paralizó el proceso y alteró notablemente las previsiones.

En la imagen, del Vuelo Interministerial de 1977, aparece la actual carretera A-483 (construida en 1965), que conectaba la urbanización con Almonte, mientras que hacia el oeste aparece una carretera costera local de tercer orden que la relacionaba con Huelva. Aparecen nuevos cortafuegos, algunos utilizados para instalar sobre ellos las conducciones eléctricas, y otros como el que va en sentido este-oeste, que es un nuevo acceso al Palacio de Doñana, donde se ubican las dependencias de la Estación Biológica.

Matalascañas 1977

Matalascañas destaca su estado aún incipiente, en el que predominan las viviendas unifamiliares, lo que la configura como un centro turístico fallido, por el predominio de segundas residencias que satisfacen una demanda local. Se distinguen dos grandes edificaciones: en la playa el Hotel Flamero, y un poco más al interior el Hotel Carabela. En el litoral, hacia el oeste, sobre la playa se observa la ocupación con numerosas chozas de este espacio, banda arenosa muy reducida por la erosión del mar, que obligó a su defensa con espigones en peine.

Es fácil imaginar los conflictos que ocasionaban la población de esta entidad colindante con el propio Parque, pues el suministro de agua se realizaba desde los acuíferos del Parque, y la construcción de la carretera supuso una barrera muy dañina para la fauna de este espacio protegido. Además, la existencia de esta urbanización, por entonces fallida, creó expectativas y alentó la creación de nuevos proyectos en el litoral, como el conocido “World Hotel”, que preveía una ciudad de 32.000 habitantes entre Matalascañas y Mazagón, sucedida por otra iniciativa: “Costa Doñana”, de parecidas proporciones.

Hacia la compatibilización de los usos turísticos con la preservación de los valores ambientales: Matalascañas en el 2010

La aprobación en 1988 del Plan Director Territorial de Coordinación de Doñana y su Entorno, máxima figura de la planificación territorial estatal, para hacer compatible la preservación de los valores naturales y el desarrollo socioeconómico del entorno, supuso un hito en la corrección de los procesos territoriales que incidían negativamente sobre el Parque. Así pues en 1989 se declara Parque Natural el Abalario y el Asperillo, alejando los riesgos de una ocupación turística del litoral. Y en 1993 se aprueba el Plan de Desarrollo Sostenible, que incorpora e implementa buena parte de las medidas del Dictamen de la Comisión Internacional de Expertos (1992), promovida por la Junta de Andalucía para resolver los problemas de Doñana.

Entre los objetivos en los que coincidían estas iniciativas se propuso la reconversión urbana y productiva de Matalascañas, urbanización con notables déficits de equipamientos urbanos y que ofrecía una baja cualificación de sus usos turísticos, pese a los excepcionales valores del entorno en el que se inserta.

Quizás entre las actuaciones más notables, consecuencia de estas iniciativas, sea la actuación al Oeste de la Urbanización: el Parque Dunar de Doñana. Sobre un espacio dunar deteriorado de 130 hectáreas, se ha realizado su restauración ambiental, construido pasarelas, miradores y senderos para facilitar su uso público y otras edificaciones que lo cualifican como el Museo del Mundo Marino y un centro de investigación.

El conjunto de la Urbanización se ha consolidado y se han desarrollado los sectores previstos en Caño Guerrero, Pueblo Andaluz y en el entorno al nuevo campo de golf regado con aguas residuales. También se ha implantado en las inmediaciones del Parque Dunar el Camping Rocío Playa con 4.000 plazas, uno de los mayores de la Comunidad de Andalucía, eliminándose todas las construcciones ilegales de las playas, con la excepción de las Chozas del Pichilín.

Aunque sin duda Matalascañas se ha consolidado, ampliado notablemente su urbanización, que se extiende de forma paralela a los 4 kilómetros de playa, sin embargo aún no se ha conseguido el fin último de convertirlo en un destino turístico con proyección internacional. De hecho su oferta hotelera no acaba por despegar: en todo el término de Almonte existen 8 hoteles con 2.331 plazas, y la demanda turística es muy estacional. Algo parecido sucede con su peso demográfico, con solo 2.583 habitantes de derecho en 2013, que en verano se multiplican hasta cerca de los 100.000 (el POT de Doñana calcula 80.000 habitantes en verano), carece de un tamaño suficiente para contar con los servicios públicos y privados que le permitan ser considerado como un núcleo que satisface sus necesidades básicas de forma permanente.

Matalascañas 2010